7.17.2011

Una comunicación digna ( Diari de Tarragona, 08-07-2011)

Uno de los puntos fuertes del movimiento 15M, también conocido como movimiento de los indignados, ha sido su capacidad de comunicación. Su protesta se extendió horizontalmente a través de las redes sociales (especialmente Twitter) i consiguió movilizar a miles de ciudadanos sin ningún otro objetivo final que la protesta ante un sistema político y económico que, desde hace unos años (los años en que la economía de España estuvo a punto de salirse del gráfico), no hizo nada más que utilizar a los ciudadanos como las piezas clave para seguir creciendo económicamente y para seguir viviendo políticamente.

Pero el movimiento también ha tenido la capacidad de mantener durante muchísimos días (que en los tiempos que corren es mucho tiempo) todos los focos mediáticos nacionales, y una parte de los internacionales, pendientes de ellos, de sus reivindicaciones, de sus pasos adelante y de sus retrocesos. El movimiento ha sido capaz de emocionar e ilusionar, de juntar a los jóvenes rebeldes, a los asalariados que creían que el sistema les permitiría hacerse ricos sin mucho esfuerzo, a los profesionales liberales que nunca se han tomado muy en serio la prosperidad que les vendían y a los jubilados hartos de ver finales de ciclo. Todos bajo un mismo techo: el movimiento 15M (de claras reminiscencias revolucionarias), unidos por una etiqueta: los indignados (de clara evocación ciudadana y sin ninguna reminiscencia revolucionaria), organizados en comisiones donde aportar lo mejor de cada uno, todos líderes y todos pueblo.  Entre los que formaban parte de las comisiones de comunicación había periodistas que sabían como incidir en los medios, como explicarse; diseñadores gràficos expertos en decir con una imagen, con un logotipo de la Plaza Catalunya, con unos lemas imaginativos, simbólicos, irónicos, con el toque justo de contundencia, sin agresividad.

Sin duda, para que un movimiento así tenga éxito es necesario un caldo de cultivo generado en organizaciones sociales y políticas de base durante mucho tiempo, en la situación de retroceso económico, en la falta de expectativas que evidencian las cifras de paro y las proyecciones de futuro de los economistas (los mismos que antes de la crisis tampoco acertaban en sus proyecciones), pero también en la coherencia de determinados mensajes, en la corrección de las formas (con alguna salida de tono), en las ganas que duermen dentro de todos nosotros de dar un golpe en la mesa y advertir a los que mueven los hilos que sabemos que somos marionetas en sus manos pero que, si cortamos los hilos, se pueden quedar sin sus juguetes favoritos y de paso arriesgar las yemas de sus dedos. Y el resto de la magia lo puso la forma de protesta: vivir bajo la lona de una tienda de campaña, en el mismísimo centro de la polis, sin fecha de caducidad, trabajando y viviendo gratis.

Parece claro que las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, sin ser una panacea ni una solución, sí son un instrumento importantísimo para influir en los medios de comunicación y para organizar a los ciudadanos cuando necesitan dar ese manotazo en la mesa del jefe y pedir un aumento de dignidad. Y es que Internet trasciende los cables, las pantallas y los teclados, Internet nos recuerda que la tecnología y el conocimiento ya son democráticos, que todos estamos interconectados no a través del móvil, sino de la inteligencia; y que los políticos no pueden vivir al margen, celosos de su poder basado en el vacío. Los ciudadanos no necesitan a los políticos, sino los políticos a los ciudadanos. Los políticos no deben servirse de los ciudadanos sino los ciudadanos de los políticos.

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