Pasadas
unas semanas de la histeria propagandística de las elecciones
catalanas, uno ya puede empezar a hacerse una idea de cómo están o
de cómo siguen estando las cosas. En la composición del parlamento
siguen habiendo políticos que representan, o dicen representar, a
los ciudadanos; pero esta vez, ha habido un pequeñísimo cambio
sustancial, un 2% de los diputados de la cámara (los 3 de las CUP)
han invertido el principio de representatividad y afirman no ser
ellos los representantes de los ciudadanos, sino que són los
ciudadanos los que les representan a ellos fuera del Parlamento.
Lo
que parece ser un juego de palabras es algo mucho más serio y
trascendente. Por primera vez en Cataluña, unos diputados no
pretenden convertir la representatividad en una patraña para vivir
de ello sino en un salto de los ciudadanos hacia las instituciones
que les pertenecen. De ahí que las CUP, Candidaturas de Unidad
Popular, no sean un partido político, ni siquiera una candidatura,
sino la unión de distintas candidaturas asamblearias que toman sus
propias decisiones. Este salto institucional ha sido posible en un
contexto único. Por una parte, por una profunda crisis, que se
acerca más a una estafa gigantesca que a una auténtica crisis
económica; con sus culpables, incitadores y cómplices campando a
sus anchas; y con unos políticos sin más ambición que seguir
siendo una casta privilegiada al servicio de los dictados de los que
mandan de verdad (la troika europea). Y por otra parte, por la
repentina conversión al independentismo de los nacionalistas que han
abrazado a todos los presidentes del gobierno español desde la
restauración monárquica del franquismo.
En
su empeño cuentan con tres principios que se adaptan perfectamente a
este contexto y que, sin duda, facilitarán su expansión. En primer
lugar, su ya histórica pertenencia al mundo de la izquierda
independentista, contrariamente a lo que se podría pensar, les aleja
completamente de la banalización convergente del asunto nacional, ya
que no hace falta que se centren para nada en ello: son
independentistas, está en su más primitiva razón de ser, y por lo
tanto cuando sea el momento de ejercer el derecho a decidir, ya lo
harán. Asunto cerrado. En segundo lugar porque afirman, y hasta el
momento demuestran, ser un caballo de Troya que guarda en su interior
las luchas de los movimientos sociales de la calle y las extiende al
Parlamento. Y en tercer lugar, porque no quieren privilegios, ni
prevendas, ni repartir pasteles o sonrisas, ni disfrazarse de
políticos. Han sido escogidos por sus asambleas, sólo ocuparán el
cargo durante una legislatura, cobrarán como máximo 2,5 veces el
salario mínimo (unos 1800 euros mensuales), ya han rechazado el
apoyo de Esquerra Unida i Alternativa para formar un grupo
parlamentario y con ello acceder a subvenciones y privilegios con
artimañas legales. También está quien ha empezado ya a banalizar
su lucha con comentarios clasistas, como los realizados por la
mismísima presidenta del Parlamento, que cree que la vestimenta de
los diputados no está acorde con la dignidad de la institución, y
en cambio sí encuentra digno que su coalición se financie
ilegalmente con el dinero de los contribuyentes, que los bancos a los
que entregan nuestro dinero deshaucien cada día a los ciudadanos,
que los diputados de su coalición mientan sobre los disparos de la
policia a los huelguistas y tantos, tantísimos ejemplos que no sólo
no dignifican al parlamento, sino que ni siquiera dignifican al
género humano. También desde las filas de CIU se ha intentado
desactivar la radicalidad de su discurso, en este caso con una
estrategia muy distinta: el señor Duran i Lleida elogió el
“discursazo” de David Fernández, en un tono paternalista y
cínico que también ocultaba una puñalada a ICV, que desde hace dos
años ejerce de líder de la oposición. Ya veremos si a medio plazo
el señor Duran se muestra tan displicente.
Será
una tarea difícil. Cuentan con la oposición de todo un sistema. De
una democracia viciada. Pero por fin ha aparecido la izquierda en
Cataluña y se ha borrado el espejismo de esa izquierdita
socialdemócrata que ya se hunde en toda Europa. Ese espacio político
que sólo servía para que la derecha ultraliberal cogiera aliento y
se rearmara. A partir de ahora, la cleptocracia deberá estar más
atenta, será más lenta e inoperante. Y la izquierdita deberá
romper o integrarse, como ya ha hecho Esquerra Republicana de
Cataluña.
Jordi Barberà Argilaga
http://ilmigliorfabro.blogspot.com/
jordi@zeldisseny.com
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