imatge extreta del blog elsenyor9
Despidos,
recortes en sanidad y educación, reducción de jornada y sueldos,
caída del poder adquisitivo, condescendencia con los mercados
financieros, austeridad en los presupuestos generales, inversión
bajo mínimos, aumento del precio de los combustibles y de la
energía, indultos a corruptos de partidos políticos en el poder,
robos principescos, corruptos declarados no culpables, bancos que
ejercen la usura concediéndonos créditos con nuestro propio dinero,
desmantelamiento del estado autonómico, duplicidades
administrativas, infraestructuras inútiles (aeropuertos sin aviones,
trenes de alta velocidad orientados a callejones sin salida),
gestores públicos impunes; altos cargos, directivos y consejos de
administración (que no se juegan nada, que no emprenden nada) con
sueldazos y pensiones robadas a los contribuyentes; expolíticos
colocados a cuerpo de rey en empresas estratégicas, pisos de
protección oficial desocupados, impagos a los empresarios, aumento
del número de suicidios, amnistia a los delincuentes fiscales,
desahucios y un largo etcétera que, según cada situación y
contexto, cualquier lector sabrá completar: éste es el statu quo:
nuestro día a día.
Y
ante tamaño despropósito, al gobierno español y a su socio, el
timonel Mas y demás piratas, no se les ocurre nada más que
equiparar los disturbios, muy muy muy minoritarios, que suele haber
después de una huelga general, o de una protesta digna de mención
(aquí, en Pequín y en Pocón) a la kale borroka (al terrorismo
callejero de baja intensidad que ETA utilizaba para acuciar el miedo
y burlarse de sus víctimas) .
Por
qué no equiparan la evasión fiscal al terrorismo? O el
endeudamiento irracional de algunos reinos de taifa de nuestro país?
O la corrupción política? O la financiación irregular de partidos
políticos? O por qué no se les ocurrió antes equiparar los
disturbios posteriores a los partidos de fútbol a la kale borroka?
O, ya puestos, la SalouFest?
Nadie
debería estropear el mobiliario público, ni amedrentar a los
ciudadanos que no quieren unirse a los huelguistas, ni destruir los
negocios que otros han levantado con esfuerzo. Nadie debería
erigirse en juez y en verdugo por mucha rabia y dolor que sienta.
Quien opta por ejercer cierta dosis de violencia debe
responsabilizarse de lo que ha hecho, pero de ahí a condenarlo como
terrorista existe un abismo. Y ese abismo lo profundizan precisamente
los que temen ser víctimas del descontento, de la rabia y del dolor.
La
responsabilidad de los destrozos callejeros debe pesar sobre sus
autores. Pero los políticos no deben olvidar que sobre ellos pesará
la cárcel y el sufrimiento de los condenados y que sobre ellos
pesarán los muertos, como el farmacéutico griego Dimitris
Chirstoulas, un jubilado de 77 años, que impotente por no poder
seguir a alguien dispuesto a luchar con un kalashnikov, e incapaz de
imaginarse a si mismo buscando comida entre la basura, prefirió
dispararse con la esperanza que algún día los jóvenes griegos sin
futuro cuelguen, en la misma plaza donde él se quitó la vida, a los
traidores de la nación; como hicieron los italianos con Mussolini en
1945. Éste es el veneno que se cuece con la ruptura de las bases del
estado social. Los políticos que ahora están en el poder deberían
empezar a entender que la paciencia no es infinita y que no hay nada
ni nadie que sea eterno.
Jordi Barberà Argilaga
Jordi Barberà Argilaga