12.03.2011

Nuestra mejor cara (publicat al Diari de Tarragona)

Es bien sabido y bien estudiado el papel determinante de las redes sociales en la vertebración de los movimientos que han conseguido acabar con algunas dictaduras en los países árabes. Me refiero básicamente a Túnez y Egipto. También juegan un papel de desbloqueo informativo en países donde la transparencia es un lujo impagable, como en China. Y, como no, ayudan a perfeccionar nuestras democracias, creando redes alrededor de intereses concretos, facilitando la proximidad con nuestros políticos y enriqueciendo el debate y la eficiencia en la convocatoria de actos políticos o cívicos.

Facebook y Twitter y las otras, también ayudan a crear empresa. Especialmente a crear imagen y “filosofía” de empresa. A comunicar con nuestros clientes, ofertarles productos, mantenerlos al día sobre las novedades, escuchar sus quejas y sugerencias y atender sus peticiones. Y, evidentemente, Facebook, Twitter y el resto abren un mercado mundial a cualquier tipo de producto.

Otra de sus utilidades, quizás la que altera más el sistema nervioso del intelectual aferrado a las orejas de su butaca, es proyectarnos socialmente, contactar con gente que ya habíamos perdido, conocer a “amigos” de nuestros contactos que nos seducen con sus intervenciones, chatear con alguien que acaba de hacer un comentario que compartimos, o simplemente pedir información sobre un próximo viaje. Todo esto no es muy distinto a lo que hacemos cuando vamos al café de la plaza del pueblo, pero con la diferencia que aquí el pueblo es el mundo y que el café está bien hecho.

Claro que, como en todos los cafés de todos los pueblos del mundo, también hay quien en lugar del diálogo busca el monólogo, quien se dedica a boicotear conversaciones, quien se va de la bola con comentarios que no vienen a cuento, o el que no dice nada y sólo escucha por el placer de curiosear, de aprender o de divertirse. También está el que, antes de salir de casa, para dirigirse al café se viste o se disfraza, se maquilla y peina y esconde la barriga mientras anda: como en el perfil del Facebook, donde todos mostramos nuestra mejor cara y nuestros mejores logros.

Como en todo lo revolucionario de verdad: nada completamente nuevo, pero sí algo profundamente distinto, capaz de conectar muchos nódulos aislados y de abrir nuevos caminos y horizontes. Las redes sociales son un instrumento que cambiará muchas más cosas de las que ya están cambiando y seguro que, con el paso del tiempo, Facebook y Twitter y las otras, nos parecerán plataformas dignas de un anticuario, como los videojuegos de los años 80 o los ordenadores de más de 15 años.

1 comentari:

Ei, no et tallis i comenta l'article